¿Por qué las mamás solemos comer emocionalmente?

 
 
 

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La pandemia nos obligó a cambiar nuestra forma de vivir y en el proceso adoptamos nuevos hábitos y prácticas, unas saludables, otras no tanto. Muchas mamás ahora trabajamos desde casa y tenemos acceso fácil a  todo tipo de snack y refrigerios. Aparte de pasar más tiempo en casa nuestras emociones negativas se vieron intensificadas. La combinación de estas dos cosas pudieron haber llevado a cambios en tus hábitos de alimentación. ¡Si no sabes cómo llegaron esos chips a tus manos o cómo desapareció tan rápido el pastel que acabas de hornear este artículo es para ti! 

¿Qué es la alimentación emocional?

¿Estás de mal humor porque a tu bebé le están saliendo los dientes y no dormiste nada o hay juguetes tirados por toda la casa y esto te provoca ansiedad, y sin pensarlo ni tener hambre te acabaste la pizza que sobró de ayer? Si respondiste que sí, es posible que seas una comedora emocional. Pero no te preocupes: no eres la  única. El  40% de los adultos comen cuando se sienten estresados. Comer emocionalmente es cuando tendemos a comer en respuesta a nuestras  emociones. El estrés, la ansiedad, el enojo, la soledad y el aburrimiento son las emociones que más frecuentemente están asociadas a este tipo de alimentación, la cual no nace de una necesidad fisiológica – como es el hambre – sino de la búsqueda de “consolarnos”.

¿Por qué comemos emocionalmente? 

  1. Estrés

Como mamás solemos ser malabaristas profesionales y esto puede resultar estresante. Cuando tu cuerpo está estresado produce cortisol. Esta hormona, también llamada hormona del estrés, lleva a que tu cuerpo libere reservas de glucosa. La glucosa es el combustible preferido de tu cuerpo y está mayormente almacenada en el hígado. Tu cuerpo es muy listo y cuando se da cuenta de que estás usando las reservas de glucosa te va a pedir más enviando señales de hambre al cerebro: “¡Oye! ¡Necesito energía, dame de comer!”. Esto te puede llevar a comer en exceso. Y, por supuesto, la glucosa no utilizada finalmente se almacena como grasa corporal. El cortisol no solo aumenta tu apetito, sino que también provoca antojos de alimentos ricos en calorías, los cuales casi siempre son de bajo aporte nutricional. 

  1. Consolar nuestras emociones

¿Te peleaste con tu pareja o tuviste un mal día en el trabajo y sin siquiera pensarlo ni tener hambre te acabaste la pizza que sobró de ayer? No siempre podemos echarle la culpa al cortisol. A veces, el comer emocionalmente es una forma de “consolarnos”.  Por lo general, cuando utilizamos la comida como un modo de “sentirnos mejor”, también  optamos por alimentos con elevado aporte calórico y de baja calidad nutricional. Estos alimentos activan el centro de recompensa y la liberación de la dopamina, un neurotransmisor que te calma y te hace sentir feliz.  Aliviar  penas con papitas y chocolates es un hábito alimenticio que no ayuda a la salud de tu cuerpo ya que si se hace con frecuencia en los casos más extremos puede generar sobrepeso y obesidad. 

¿Cómo hacer para no comer emocionalmente?

Primero que nada no te sientas mal o culpable por esos brownies que te comiste cuando probablemente no tenías hambre. Ser mamá es difícil y todas necesitamos un apapacho. No hay absolutamente nada de malo en querer sentirse mejor ante una situación estresante. Además de que sentirte culpable te podría traer más estrés. Segundo, comer una que otra galletita no es pecado.  Comer saludable y balanceado es importante pero esto no significa que no puedas incluir y disfrutar una rebanada de pastel o una hamburguesa. 

La alimentación emocional se convierte en motivo de preocupación cuando pasa muy frecuentemente. ¡Pero te tengo una buena noticia! Comer emocionalmente es un hábito que se puede cambiar.  La primera estrategia para combatir el querer comerte las emociones es aprender a saber si lo que estás sintiendo es hambre emocional o hambre real. Para discernir esto debes detenerte un momento y observar la situación. El hambre emocional ocurre repentina e instantáneamente mientras que el hambre real ocurre gradualmente, normalmente 3-4 horas después de tu última comida. Otra diferencia es que el hambre real no es selectivo. Esto quiere decir que, por lo general, estamos abiertos a comer cualquier cosa y una variedad de alimentos. Por el contrario, el hambre emocional busca un alimento en particular, muchas veces los elegidos son altos en calorías y de bajo aporte nutricional. 

Es importante también saber qué situaciones o sentimientos te desencadenan y te hacen buscar el consuelo. Consecuentemente  tendrás que descubrir otra forma de lidiar con las emociones negativas. Se necesita tiempo para cambiar esta mentalidad así que ten paciencia y experimenta diferentes actividades para encontrar lo que sirve para ti.  Leer un libro, hacer una rutina de yoga, colorear, salir a caminar, hacer unos ejercicios de respiración, usar aceites esenciales son solo algunas ideas. ¡Recuerda que todos somos diferentes y lo que funciona para otras mamás puede que no funcione para ti! Finalmente buscar ayuda también podría ser buena idea. Una psicóloga te puede ayudar a lidiar con los sentimientos y una nutricionista puede ayudarte a identificar tus patrones de alimentación y encaminarte a una mejor alimentación. 

Mariana Dineen MS, RD, nació en Monterrey, Mexico donde estudio su Licenciatura en Nutrición. Terminando sus estudios se mudó a Nueva York para estudiar en NYU su Maestría en Ciencias de la Nutrition Clínica y hacer su Dietetic internship para titularse como Registered Dietitian. Mariana se  especializa en control de peso y nutrición familiar. Actualmente vive en Chicago con su esposo y sus 3 hijos. 

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