5 maneras de potenciar la salud intestinal de tu hijo

 
 
 

Encuentra mucha más información pensada para ti

¡Síguenos en Facebook!

         
 
 

Si quieres preparar a tu hijo para que goce de buena salud durante toda su vida, es esencial que refuerces las bacterias de su vientre. Como microbióloga y madre, tengo cinco estrategias basadas en la ciencia para conseguirlo.

Por la Dra. Erica Sonnenburg

Traducido por Ana Cristina González I Foto: Getty Images

Me paso los días de la semana estudiando el microbioma humano (una palabra elegante para referirse al billón de bacterias que habitan en el tracto gastrointestinal humano) y examinando cómo las elecciones alimenticias, el uso de antibióticos y otros factores lo afectan. Estas bacterias, que pesan entre 1,3 y 2,2 kilogramos por persona, ayudan a controlar el sistema inmunológico y determinan, por ejemplo, si tu hijo tiene una reacción alérgica a un maní, o la eficacia con la que combate un virus del resfriado. Además, el microbioma interviene en la regulación del metabolismo, el aumento de peso y puede estar vinculado al cerebro, lo que significa que podría influir en el estado de ánimo y proteger a su hijo de trastornos mentales como el autismo o la depresión. No es necesario aclarar que estos descubrimientos han influido en la forma en que mi marido (que, al igual que yo, trabaja como microbiólogo en la Universidad de Stanford) y yo estamos criando a nuestras hijas, Claire, de 10 años, y Camille, de 7. También hemos escrito sobre ello en nuestro libro The Good Gut: Taking Control of Your Weight, Your Mood, and Your Long-Term Health.

A diferencia del genoma humano, que se fija en el momento de la concepción, el microbioma humano es en gran parte un producto del estilo de vida y del entorno— y es más maleable en la infancia. Cuando los niños llegan a la edad escolar, la composición general de su microbioma se ha establecido y permanecerá con ellos durante años, décadas o incluso toda su vida. Afortunadamente, cuidar el microbioma de tu hijo no tiene por qué ser difícil. Estas son las sencillas pautas que seguimos en nuestra familia.

1. Alimentar las bacterias buenas

Se alimentan de la fibra alimentaria, los hidratos de carbono complejos que se encuentran en las plantas. ¿Qué ocurre si las bacterias intestinales de tu hijo no reciben suficiente fibra alimentaria? ¡Empezarán a comérsela! Las investigaciones sugieren que un organismo intestinal hambriento se come la mucosidad que recubre y protege las paredes internas del intestino. Si las bacterias se acercan demasiado a estas paredes, pueden hacer saltar la alarma dentro del sistema inmunológico, lo que provoca un estado de inflamación constante que puede acabar provocando trastornos autoinmunes como la enfermedad inflamatoria intestinal, alergias y asma. Alimentar a tu hijo con una dieta rica en frutas, verduras, cereales integrales, frutos secos y legumbres garantiza que su microbioma en desarrollo tenga muchos nutrientes.

Por supuesto, muchos alimentos ricos en fibra no tienen un atractivo inmediato para los niños, por no decir otra cosa. Así que empieza con opciones conocidas: zanahorias bañadas en humus, edamame al vapor o quesadillas de frijoles negros con aguacate en tortillas integrales. Si crees que tu hijo lo apreciará, también puedes poner a trabajar su imaginación. Hemos enseñado a Claire y a Camille que todos tenemos una “mascota” llamada bacteria viviendo dentro de nosotros que necesita cuidados. Ante un plato lleno de verduras (como es habitual en nuestra casa), les recordamos a nuestras hijas que su mascota tiene hambre, y normalmente están encantadas de hacerlo. Para que el mensaje quede bien claro, solíamos dar a cada hija una bacteria de peluche para que la sostuviera en su regazo durante las comidas. Me encanta la página web GiantMicrobes.com, que tiene adorables peluches.

2. Comer bacteria en sí

El consumo de cultivos vivos y activos (otra palabra para referirse a las bacterias buenas), como los que se encuentran en muchos yogures, puede reducir la frecuencia de las enfermedades en los niños, sobre todo las molestas infecciones gastrointestinales, según una investigación del Centro Médico de la Universidad de Georgetown.


La bebida láctea fermentada kéfir es otra forma de bacterias comestibles (también lo son el miso y el chucrut sin pasteurizar—aunque los encuentro menos aptos para los niños). Eso sí, compra con cuidado: Muchos de los yogures que se comercializan para los niños están repletos de azúcar, y alimentos como los pretzels cubiertos de yogur, o los aderezos para ensaladas a base de yogur, a menudo no contienen cultivos vivos. Para conseguir que mis hijos apreciaran el sabor único del yogur sin azúcar, añadí una cucharadita de jarabe de arce y luego fui reduciendo la cantidad poco a poco durante varias semanas. Nunca olvidaré el día en que nos alojamos en un hotel que servía yogur azucarado. Mis hijos se quejaron de que “algo sabía raro” en él— prueba de que se pueden cambiar los sabores que los niños pequeños encuentran “normales”.

Como padres, naturalmente queremos proteger a nuestros hijos de las bacterias que causan enfermedades, como los estreptococos y la E. coli, pero al esterilizar todo lo que tocan nuestros hijos también reducimos su contacto con las bacterias buenas necesarias en su intestino. Un grupo de científicos suecos descubrió recientemente que los niños cuyos padres chupaban sus chupetes para limpiarlos (en lugar de hervirlos) eran menos propensos a desarrollar eczema y asma. Es probable que, al no esterilizar los chupetes, estos padres aumentaran la exposición de sus hijos a las bacterias, lo que a su vez ayudó a reforzar el sistema inmunológico en desarrollo de sus hijos. Los dentistas pueden señalar que esta práctica podría aumentar la posibilidad de que se produzcan caries dentales, pero yo sigo sosteniendo que debemos frenar la frecuencia con la que esterilizamos el entorno de nuestros hijos. Si no te sientes cómodo con el truco del chupete, prueba de moderar el uso del desinfectante de manos o de cambiar los productos de limpieza a base de lavandina por otros naturales. En nuestra familia realizamos constantemente un análisis de costos y beneficios cuando se trata de bacterias. Si mis hijos han estado trabajando en nuestro jardín, libre de pesticidas y herbicidas, me siento cómodo si se saltan el lavado de manos antes de comer un bocadillo. Pero si hemos pasado el día en el zoo o en un parque público— un lugar potencialmente plagado de virus contagiosos, además de bacterias— lavarse las manos antes de comer es una obligación.

4. Evitar los antibióticos innecesarios

Estos medicamentos pueden salvar vidas, pero eso no significa que no tengan contraindicaciones. Como matan las bacterias de forma indiscriminada, se deshacen de las partes buenas de tu microbioma junto con las malas. Y esa pérdida puede tener un impacto en la salud de tu hijo a largo plazo más importante de lo que imaginas. Un estudio de la Universidad de Chicago realizado en 2014 en ratones ha relacionado los antibióticos con las alergias al maní, y un estudio reciente de la Universidad Johns Hopkins relacionó el uso de antibióticos en niños con el aumento excesivo de peso durante la infancia. En mi opinión, este efecto es probablemente el resultado de la alteración progresiva de la funcionalidad del microbioma por parte de los antibióticos. Ante esta nueva investigación, es más importante que nunca que los padres y los pediatras reserven los antibióticos sólo para las enfermedades para las que son necesarios. Hasta ahora esta estrategia ha dado sus frutos con mis hijos: A Claire nunca le han recetado antibióticos orales, y Camille solo los ha tomado una vez en su vida— por una infección de oído.

5. Juega en el jardín y acaricia a tus mascotas

Ambas actividades son formas fáciles de que tu hijo se encuentre con bacterias buenas mientras evita las que pueden producirle enfermedades. De hecho, nuestro perro sirve de intermediario ideal entre la suciedad cargada de bacterias de nuestro jardín y nuestros hijos. En lugar de estremecerme cuando lo veo hocicar a mis hijas y lamerles la cara, pienso en los beneficios que las bacterias que transporta pueden otorgarles. Por ejemplo, un estudio reciente publicado en JAMA Pediatrics sugiere que los bebés que crecen expuestos a los perros tienen menos probabilidades de desarrollar asma antes de cumplir los 6 años. En cuanto a la jardinería, expone a los niños a las bacterias de la tierra y los animales. Mis hijos cavan habitualmente zanahorias de nuestro jardín con las manos y les quitan con rapidez la suciedad antes de comerlas. De hecho, considero que cada zanahoria sin lavar que comen mis hijas es la mejor vitamina: un suplemento lleno de fibra que nutre el microbioma intestinal. Y aunque no tengo resultados de laboratorio que demuestren que los intestinos de mis hijos se están beneficiando, rara vez se enferman, y cuando lo hacen, sus enfermedades nunca duran mucho.

Este artículo fue originalmente publicado en Parents.com

Continua leyendo más artículos:

 
 
 
 
 
 

comentarios