Malas palabras en boca de tu hijo

 
 
 

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Si empiezas a escuchar a tu hijo decir malas palabras, la solución, por supuesto, no tiene nada que ver con lavarle la boca con jabón. El primer paso es no perder la calma y luego tratar de comprender la naturaleza de esta circunstancia. Así, podrás definir una estrategia para que tu niño comprenda porqué, cuando nos expresamos, lo ideal es usar un lenguaje respetuoso, que no agreda o incomode a otros.

Es muy posible que, como mamá, tu deseo sea que tu hijo nunca diga malas palabras, sin embargo es importante saber que el hacerlo es casi una conducta que forma parte de su desarrollo, principalmente en los años de la niñez media (6 a 9 años) y el inicio de la adolescencia.

Hay varias razones por las que los niños empiezan a decir malas palabras. Especialmente los más jóvenes, las repiten tras haberlas escuchado en boca de otros niños o adultos y con frecuencia ni siquiera saben claramente el significado de aquellas. Hay ocasiones en que el hecho de decirlas forma parte de la interacción con otros amigos y es algo que asocian con sentirse aceptados en el grupo. En cualquier caso, se trata de una conducta a la que los padres debemos poner atención, pero sin asociarla automáticamente con el castigo o con una reacción desproporcionada. Es bueno recordar que el castigo o el enfado representan formas de atención (negativa) y el niño puede sentir que diciendo malas palabras tiene el poder inmediato de escandalizar o molestar a papá o a mamá.

Algo que puede ayudar es reflexionar sobre dónde es que el niño ha empezado a escuchar malas palabras. ¿En el colegio? ¿Entre sus amigos? ¿A través de los programas de televisión o el contenido de Internet al que tiene acceso? ¿Entre los adultos que lo rodean? Recuerda que los padres que utilizan malas palabras o expresiones groseras en situaciones de frustración, o como parte del lenguaje cotidiano, están transmitiendo, con el propio ejemplo, la idea de que es normal emplear este tipo de palabras para expresarse.

Una vez que los padres comprendamos mejor cómo es que el niño ha empezado a usar malas palabras, podemos poner la situación en contexto y explicarle por qué es inapropiado decirlas, poniendo límites específicos para ciertas situaciones. Estos límites dependen, por cierto, de cada hogar. Existe una gama muy amplia de malas palabras (unas más graves que otras) y hay circunstancias en las que el uso de aquellas es especialmente contraproducente, negativo o inaceptable. No es lo mismo lanzar al aire una mala palabra en medio de los juegos con los amigos, que hacerlo con el fin de agredir a otra persona, sea ésta contemporánea o un adulto que represente la autoridad.

Si tu objetivo es que tu hijo no utilice malas palabras como parte de su lenguaje habitual o para expresar su frustración, una de tus mejores herramientas es enseñar con el propio ejemplo, así como guiar muy de cerca al niño en el crucial aprendizaje de manifestar cólera o enfado, de manera saludable, sin agresiones físicas o verbales de por medio. Ayuda a tu niño a comprender por qué es importante emplear un lenguaje que no ofenda o incomode a otros y dale ejemplos concretos que sean fáciles de entender de acuerdo a su edad. Cada vez que notes que tu hijo encuentra un lenguaje alternativo, en vez de usar una mala palabra para expresarse, reconoce su esfuerzo con sinceridad.

Los buenos modales, las relaciones saludables con las personas y el respeto a los demás, demuéstrale, tienen que ver y mucho con el tipo de lenguaje que empleamos a diario.

Foto: Stockbyte

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