Los miedos en niños de 4 a 6 años
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En esta etapa el niño multiplica y potencia sus posibilidades motoras, cognitivas, lingüísticas, sociales y juega con todas ellas. El control progresivo del equilibrio y el dominio de los movimientos de su cuerpo, hacen que el niño disfrute corriendo, saltando, trepando, arrastrándose, girando, bailando, etc. Se divierte enormemente con canciones, rimas, poesías, trabalenguas, adivinanzas, etc.
Le gustan los juegos que le permiten reconocer, y aparear colores, formas, tamaños. Las letras y los números comienzan a interesarlo pues el niño los descubre en su mundo familiar y social empezando a construir muchas hipótesis en relación a estos dos objetos de conocimiento.
El miedo funciona como una alarma que nos evita correr riesgos innecesarios. Los niños que no tienen miedo de nada cruzan la calle sin mirar, se cuelgan de cualquier sitio sin evaluar el peligro que comporta, se separan de los padres sin temor a perderse, se atreven con todo sin saber si están preparados, llegando a poner en peligro su propia vida o la de los demás. Un niño sin miedo es un peligro. Pero hay pocos niños que no tienen miedo y muchos más que sufren exceso de miedo.
Hacia los cuatro años la mayoría de los niños tienen miedo de la oscuridad, de separase de sus padres, de la sangre, las enfermedades y sobretodo de los seres imaginarios y de las personas disfrazadas: su explosiva imaginación llena el mundo de brujas, monstruos, princesas, dragones, espadachines y piratas. Es una etapa muy buena para utilizar los cuentos como ayuda para superar los miedos, aunque haya gente que utilice esta información precisamente para lo contrario, para crear miedos.
Los miedos aparecen con más frecuencia cuando el niño tiene alrededor de 4 años. A esta edad, el chico no conoce ni comprende del todo la realidad que lo rodea y confunde lo real con lo imaginario.
Cree en la existencia de hadas, de “cocos”, de personajes imaginarios e, incluso, inventa personajes que se esconden para hacerle daño.
Es muy importante que los padres no asusten a sus hijos con esas historias de ogros o cocos y que, tampoco, se burlen de sus miedos minimizándolos o negándolos. Es importante escucharlos y permitirles expresar todos sus miedos.
Los niños, como cualquier persona, evitan acercarse a aquellas situaciones que les dan miedo. Su imaginación es, durante esta edad, una máquina muy potente. Por eso es tan efectivo utilizar el miedo para evitar una conducta que no se desea. Nuestro hijo, bajo la amenaza del coco, el cuarto oscuro, el hombre del saco o la bruja pirula, se comportará como un santo. Pero ¿sabemos realmente lo que estamos haciendo? Muchos padres utilizan la técnica de “meter miedo” para que sus hijos se comporten de una determinada manera.
Pero es muy diferente explicar que hay cosas peligrosas que no deben hacerse, que utilizar y crear miedos para controlar la conducta de los hijos a lo que los padres desean. Y eso no está bien. El recurso al miedo para controlar el comportamiento infantil es una práctica educativa muy inadecuada y peligrosa. Funciona al momento, pero a largo plazo puede desarrollar problemas muy serios: fobias, ansiedad y angustia que pueden no superarse nunca. De la misma manera, los castigos no pueden ser generadores de miedos. Nunca debemos castigar a nuestro hijo haciéndole pasar un mal rato como el de enfrentarle a algo que le dé miedo.
En nuestro caso, como padres, lo aconsejable es que cuando el niño nos llame a media noche para que acudamos en su auxilio, intentemos calmarlo y le hagamos entender que no está solo, que estamos con él. Cuando él vea que no hay nada que temer, la ansiedad irá disminuyendo de intensidad hasta que logre conciliar de nuevo el sueño.
Foto: iStockphoto
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