La influencia de las malas compañías

 
 
 

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“Dime con quién andas y te dire quién eres,” solía decirme mi madre cuando era pequeña. La realidad es que las personas con las que nos relacionamos a diario suelen tener cierta influencia en nuestro comportamiento. Y los niños no son la excepción.

En general, las amistades de nuestros hijos ejercen una influencia importante y cuando éstos no se comportan de la misma forma que esperamos de nuestros hijos, de inmediato notamos las diferencias. Desde muy pequeños, cada vez que mis hijos jugaban con niños cuyos padres no imponían limites o reglas de ningún tipo, su influencia era evidente. Una hora con un amigo caprichoso y todo mi esfuerzo por educarlos, se esfumaba en un instante.
Y si esto fuera poco, las interminables comparaciones: ¿por qué a Pedro le dejan hacer lo que quiere?, ¿por qué Pedro se va a la cama a las 10 de la noche?, ¿por qué Pedro puede comer dulces antes de la cena?, ¿por qué Pedro tiene todos los juguetes que quiere? Y la lista continúa.

La vida social de nuestros hijos es sumamente importante. De esta forma aprenden a interactuar con otros niños y a desarrollar conductas sociales positivas. Como mamá, siempre los impulsé a hacer nuevos amigos y a valorar sus amistades. Pero también les enseñé a diferenciar entre un buen y un mal amigo. Ahora que son más grandes y comprenden mejor el valor de una buena amistad, se dan cuenta de que no todos los que se consideran amigos, realmente lo son. Esta una una lección difícil y a veces dolorosa, pero vale la pena aprenderla de pequeño.

Foto: Steve Baccoon

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