Olivia Espinoza, la mamá que transformó el autismo de su niño en acción

 
 
 

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Por Giselle Balido.

Olivia y Luis Espinoza siempre soñaron con ser papás, pero por una condición médica que padecía ella, el sueño no se hacía realidad. Nueve años después, al enterarse de que al fin iban a ser padres de un niño, decidieron llamarlo Matthew, que significa “regalo de Dios”.

Cuando aquel bebé, que hoy ya tiene 12 años, tenía apenas 10 meses, Olivia percibió señales que llamaron su atención. “Como madre primeriza no tenía experiencia, pero noté que él no hacía ciertas cosas, como señalar con el dedo, y tenía un aleteo en sus manos. A los 20 meses, Matthew recibió su diagnóstico de autismo por parte de un neurólogo”, recuerda, no sin admitir lo difícil que fue escucharlo.

“En ese momento, tienes dos opciones: o caes en una depresión o sigues adelante en busca de ayuda para que tu hijo pueda tener una mejor calidad de vida. Nosotros optamos por la segunda”, dice.

Como vivían en un pueblo en Nevada donde no había recursos para su hijo, la familia se mudó a Las Vegas. “Nuestra prioridad era estar donde Matthew estuviera más contenido, con terapias y mejores programas en la escuela”, explica.

Pero se toparon con otra realidad: casi no había información sobre autismo –ni programas de ayuda– en español. “Las conferencias o reuniones eran solo en inglés. Si pedíamos un intérprete, aun pagado por nosotros, nos decían que no era posible. ¡Era muy frustrante!”.

Una vez más, Olivia no se dejó vencer y puso en práctica el refrán: “Sé el cambio que deseas ver en
el mundo”, y decidió crear una organización de ayuda en español.

“Fue una decisión difícil. Yo no sabía hasta dónde podíamos llegar
y necesitaba reunir un grupo de familias para trabajar juntas”.

Al mismo tiempo, reclutó a médicos y especialistas de su comunidad para que ofrecieran información en forma gratuita. “Sólo tuve que preguntarles y aceptaron. ¡Es increíble lo que puedes lograr sin dinero cuando te motiva el amor por tus hijos!”, dice.

Así, en 2010, se fundó Azulblue, una organización sin fines de lucro que toma el nombre del color distintivo del autismo, y que brinda orientación, conferencias, charlas, una revista bilingüe y asistencia psicológica familiar. Los niños y jóvenes participan también en distintas actividades didácticas y recreacionales como fiestas sociales o campamentos de fútbol.

“Matthew va a soccer. Al principio no se interesaba, pero ahora patea la pelota sin que se lo pidan”, cuenta.

“Cuando uno tiene un niño especial, se pregunta ‘¿Por qué yo?’. Es natural, yo me lo pregunté”, dice la también mamá de Annakaren, de 9 años, quien no padece autismo. “Entonces no tenía respuesta, pero ahora sé por qué Matthew vino a mí con esta condición. Gracias a eso encontré el propósito de mi vida: servir a la comunidad”, cuenta. 

Hoy quiere transmitirles a otros padres el espíritu que la motivó a trabajar para mejorar la vida de su hijo y la de otros niños: “Únanse a otras familias y trabajen juntos. El poder de los padres es la clave para sacar adelante a nuestros hijos”.

Actualmente, más de 200 niños y jóvenes participan de Azulblue. Para más información o para hacer una donación, visita el sitio azulblue.org

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