Más de 20 frases que repetía tu madre (y que hoy les dices a tus hijos)

 
 
 

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Haber crecido con una mamá, abuela o figura materna latina seguramente te haya hecho acreedora de una larga lista de dichos o frases que ella te solía decir. Y es que ella tenía y tiene mucha sabiduría, probablemente transmitida de generación en generación. Estas palabras no las decía por que sí, al contrario, iban acompañadas del peso de la experiencia, el dolor y, a veces, las dificultades por las que había pasado. No en vano muchas de esas palabras te impactaron de alguna manera y probablemente ahora te sorprendas repitiéndoselas a tus hijos.

Busca en el siguiente listado que hemos armado cuáles son las frases con las que tú creciste y que hoy te caracterizan a ti como mamá.

“Porque yo lo digo”. ¿Había una manera mejor de explicar por qué debías hacer las cosas de una determinada manera?

No le busques la quinta pata al gato”. En otras palabras: ¡No pongas las cosas más difíciles de lo necesario!.

“Vas a ver cuando lleguemos a la casa”. Eso que te susurraba al oído tu mamá inmediatamente después de haber hecho una gracia en público. Con esta promesa pasabas todo el viaje a casa preparándote mentalmente para despedirte de todos tus amigos o de tu actividad favorita.

“Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”. No había tiempo para andar distraído por ahí. 

“Esto me va a doler más a mí que a ti”. Lo que decía tu mamá antes de ponerte en penitencia o ¿darte con la chancla?.

“Menos charla y más trabajo”. Mientras hacías los oficios en el hogar o las tareas y no quería que te distrajeras.

“Al mal tiempo buena cara”. Era la forma de mamá de decirte que fingieras hasta que lo consiguieras o de que afrontaras las vicisitudes de la vida con optimismo.

“No te ahogues en un vaso de agua”. Era su manera de enseñarte a ser perseverante en la vida… si a la primera te desanimabas, nunca ibas a llegar a conseguir nada.

“No me busques que me vas a encontrar”. No, ella no se había perdido, pero si la provocabas te llevabas una sorpresa (y no de las buenas).

“Ponte a barrer y trapear y verás cómo se te quita lo aburrido”. Decir que estabas aburrido estaba prohibido porque en la casa había mucho por hacer con lo que pudieras entretenerte…

“Deja de llorar o te daré algo por lo que llorar realmente”. Lo que te decía en medio de tus rabietas o llantos sin motivos. Pero en realidad, esto solo servía para asustarte y hacerte llorar aún más fuerte.

“Quiero ver qué vas a hacer cuando te levantes un día y no me encuentres”. Ella sí que era capaz de llevar las cosas demasiado lejos durante una simple discusión entre tú y ella.

“¿Qué crees que es esto, un hotel?”. Si te pasabas el día jugando con tus amigos y luego regresabas solo para comer o dormir.

“¿Te calmas o te calmo?”. La amenaza que no podía faltar (y, lo peor, que se hacía efectiva).

“Voy a contar hasta tres”. ¿Alguna vez llegó al número 3? Yo sí, y mejor no te digo lo que pasó…

“Da gracias que tienes que comer cuando hay tantos niños en el mundo con hambre”. No había tolerancia para te quejaras de la comida.

“Sarna con gusto no pica”. Algo que tu madre decía para enseñarte que aún las situaciones más divertidas pueden tener consecuencias negativas.

“¿Llevas abrigo?”. Frase que repetía tu madre o tu abuela cada vez que salías aunque vivieras… ¡en el Caribe!

“En la casa hay comida”. Lo que tenías que escuchar cuando preguntabas si podían comer en un restaurante.

“Al que madruga, Dios le ayuda”. La frase que te decía para consolarte de que tuvieras que madrugar. Además, ella sabía que si ponías esfuerzo en algo, te verías recompensado.

“El muerto y el arrimado a los tres días apestan”. Esta imagen que se te quedó grabada en la cabeza te enseñó a no quedarte nunca demasiado cuando estás de visitas.

“Te lo digo por tu bien”. Y sabemos que es cierto. Si hay algo que SIEMPRE quiere una mamá latina es el bien de todos sus retoños.

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