Abuelas y madres: claves para una buena relación

 
 
 

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La abuela Edita haría cualquier cosa por su nieta Emilie. Poco antes de que mi hija naciera, mi madre voló de Lima a Toronto para acompañarme en el parto y darme apoyo en mis primeros meses como mamá primeriza: cocinamos, cambiamos pañales, arrullamos a la niña y, en el camino, junto con mi esposo, formamos un sólido equipo que, entre otros logros, me permitió dar de lactar.

Emilie ya tiene 4 años y sólo ve a mi madre cada doce meses –generalmente cuando la visitamos en Perú—pero le tiene un gran cariño. En Lima pasean al perro, van de compras, charlan animadamente en la cocina y algunas noches concluyen el día cantando, leyendo o abrazadas, hasta que Emilie se duerme.

Convertirme en mamá ha fortalecido la relación con mi madre. Sin embargo, en cuestiones de crianza, no siempre hemos estado completamente de acuerdo. Mi madre, por ejemplo, es de las personas que atiende el llanto de un pequeño en milésimas de segundo. Yo, con el tiempo, he aprendido que no siempre es ideal hacerlo y que a veces hay que ayudar al niño a que logre, poco a poco, a regular sus sentimientos. Especialmente cuando el pequeño no está enfermo o frente a algún riesgo.

Hay ocasiones en las que soy yo quien tiene que replantearse las cosas. Según mi madre soy demasiado rígida en cuanto a la rutina de lavarse las manos. Tanto, dice ella, que a veces genero resistencia y cierta ansiedad en mi hija. Para la abuela Edita, un niño debe tener la posibilidad de explorar el mundo sin temor de “ensuciarse”. En esto le doy la razón y estoy tratando de ser flexible.

Los desacuerdos son parte de las relaciones humanas así que hay que hallar una forma saludable de afrontarlos. Dos son los ingredientes que permiten que, entre mi madre y yo, las diferencias se lleven en paz: uno es la humildad, es decir el hecho de reconocer que una nunca lo sabe todo; y el otro es el diálogo. Un diálogo planteado no en base a acusaciones, sino al intercambio útil de experiencias.

Para abuelitas y mamis, un consejo final: no gasten energía en ganar el control de las situaciones; úsenla, mejor, para hacer del cuidado compartido del niño un quehacer responsable y organizado, pero con espacio para replantear, cuando el tema lo amerite, técnicas y objetivos de crianza.

Una cosa es cierta para todas nosotras: siempre, siempre, hay espacio para mejorar.

Paola Cairo es una periodista peruana que reside en Houston con su esposo e hija de 4 años. Para conocerla mejor, visita su blog Con Ojos de Mamá.

Foto: Marc Debnam

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