Reflejos de tu bebé
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Los reflejos en los bebés recién nacidos, llamados también reflejos primitivos, son las primeras respuestas a los estímulos del exterior. La presencia o ausencia de éstos ayuda a determinar el desarrollo del niño.
Existen diferentes tipos de reflejos:
Reflejos del moro. Es cuando tu bebé estira sus brazos pero enseguida los encoge, recogiéndolos cerca del pecho. En los primeros días el inestable sistema nervioso suele desencadenar un círculo vicioso: el llanto puede sobresaltar al infante, y a su vez el sobresalto hacerlo llorar. A menudo, la única manera de cortar el ciclo es abrazarlo o tomarlo firmemente de un brazo o una pierna para tranquilizarlo.
Reflejo de moción. Hace que el bebé vuelva la cara y abra la boca cuando siente en la mejilla el contacto de un seno o la tetilla del biberón.
Reflejo de succión. Es necesario para la supervivencia del infante; sin este reflejo tendría dificultades para aprender a comer. Al principio, puede que tengas que estimular este reflejo tocándole suavemente el paladar con el dedo.
Reflejo tónico del cuello, o pose del esgrimista. Si acuestas de espaldas a un bebé menor de 12 meses, girará su cabecita hacia un lado, extenderá el brazo de ese lado y flexionará el otro brazo de modo que la mano le quede cerca de la cabeza o el pecho. ¡Parecerá un esgrimista en posición de guardia!
Reflejo de marcha. Es cuando lo cargas por las axilas y dejas que las plantas de sus pies toquen la superficie. El bebé colocará un pie adelante del otro y parecerá que pudiera caminar.
Reflejo del sobresalto. El bebé retrae los brazos y las piernas al momento en que escucha un sonido fuerte.
Reflejo de presión. Ocurre cuando, al colocar un dedo en la palma abierta del bebé, éste la cierra alrededor de ella. Al intentar retirarlo, el niño aumenta su fuerza de agarre.
Reflejo del paracaídas. Ocurre cuando se sostiene al niño en posición erguida y se rota su cuerpo de forma rápida, con la cara hacia delante, como si cayera. Los brazos del niño se extienden como para interrumpir la caída. Se produce en niños mayores.
Foto: Stockbyte
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