La primera semana en casa con el bebé
Encuentra mucha más información pensada para ti
¡Síguenos en Facebook!

Una nueva mamá comparte las altas y bajas, lo divertido y lo frustrante de la primera semana con el bebé.
Por: Debbie Koenig
Traducido por Ana Cristina González I Foto: Getty Images
¿Cómo dice el dicho? ¿Ten cuidado con lo que deseas? Después de 16 meses de tratamientos de infertilidad, 37 semanas de embarazo y casi 24 horas de trabajo de parto, Harry Mose llegó al mundo, el martes 29 de agosto de 2006. Se pensaría que, dados los más de dos años de anticipación, mi esposo Stephen y yo habríamos estado listos para nuestro pequeño y perfecto recién nacido. Pues no. Estábamos tan ocupados deseando tener un bebé que no pensamos en qué haríamos una vez que él llegara. Nos habíamos lanzado a la buena de Dios y no quedaba más que nadar.
Día 1: viernes
7 a.m.: Estamos en el hospital con la esperanza de llevarnos a casa a Harry, de 4 días de vida; la ictericia hizo que estuviera allí una noche adicional. La emoción, las hormonas y la ansiedad corren por mis venas; casi no he dormido desde que mi fuente se rompió el lunes.
10 a.m.: ¡Dan de alta a Harry! Como nos indicaron, trajimos nuestra silla de auto para el bebé con nosotros, pero no sabemos cómo aflojar las correas. Cuarenta minutos y cuatro enfermeras después, él ya está seguro en el auto. Caminando por el vestíbulo del hospital con mi esposo y mi bebé, mi familia, me duele el rostro de tanto sonreír. Quiero que el mundo se detenga y celebre este momento con nosotros.
12 p.m.: Nos sentamos y miramos a nuestro niño. Ni Stephen ni yo podemos ver su parecido con ninguno de nosotros. Pero la línea del cabello de Harry, delgado a los lados y calvo arriba, me recuerda a mi abuelo Harry, su tocayo.
3 p.m.: Amamantar es terriblemente doloroso. En el hospital no era agradable, pero había enfermeras y consultoras de lactancia que me guiaban. Además, el ciclo no termina; Harry lacta durante una hora, después viene el cambio de pañal y calmarlo para que se duerma. Una hora después, este llanto agudo y delicado es la señal de que ya tiene hambre otra vez.
4:30 p.m.: Harry ha hecho caca tres veces pero realmente no ha hecho pipí. Temiendo que él no esté comiendo lo suficiente, llamo a todas las consultoras de lactancia que puedo encontrar, pero es fin de semana del Día del Trabajo; no hay nadie. Finalmente, alguien contesta el teléfono y, milagrosamente, ella está libre mañana.
6:30 p.m.: Harry toma una siesta en nuestra cama. Cuando se despierta, lo jalo suavemente hacia mí; es la sensación más dulce que jamás he sentido. Lloro de alegría.
8 p.m.: El Snuggle Nest de Harry, colocado entre nuestras almohadas para que podamos dormir en colecho, es un enorme cañón que me separa de Stephen. Es como si Harry tuviera su propia cama king size mientras que Stephen y yo estuviéramos en catres separados. Jamás volveremos a tener sexo.
8:30 p.m.: Amo a Stephen más que nunca, pero odio que se quede dormido en seguida mientras que yo me obsesiono con la siguiente sesión de lactancia, los trastes sucios y el colecho. Cada ronquido del bebé me despierta.
9:30 p.m.: Abandonamos la Operación Colecho. Stephen coloca el Snuggle Nest en la cuna mientras Harry dormita apaciblemente dentro de este. Después, regresa a nuestra cama para abrazarme con todo su cuerpo. Estoy en el cielo.
10:30 p.m.: Harry empieza a alimentarse en sesiones muy seguidas, lactando cada hora, y su succión es dolorosísima. Lo fajamos y lo calmamos según lo recomendado en el libro The Happiest Baby on the Block, pero él solo se dormirá en nuestros brazos cansados. Entre lágrimas de frustración, descubro de repente cuán puro y hermoso es él. Ninguna de mis quejas importa. Harry está aquí.
Día 2: sábado
6:30 a.m.: Estoy despierta y mientras Harry, el lagarto, mordisquea ávidamente mi pecho izquierdo, las lágrimas corren por mis mejillas. Faltan horas para que llegue la asesora de lactancia.
12 p.m.: La asesora de lactancia finalmente llega. Con dificultad, logra que Harry se sujete a su seno, pero ella no puede detectar ningún problema. Me preocupa que ella realmente no sepa lo que hace, pero estoy tan poco segura de mí misma como para cuestionarla.
4 p.m.: Es el momento de hacer una llamada rápida para disculparme con mi mamá. Me enojé con ella antes por llamar durante la siesta familiar.
8 p.m.: Stephen y yo vemos programas repetidos y comemos comida tailandesa mientras Harry dormita.
12:30 a.m.: Harry finalmente se duerme durante dos horas seguidas y Stephen y yo nos tumbamos en la cama, demasiado exhaustos como para acurrucarnos el uno en el otro.
Durante las sesiones de lactancia nocturnas logramos ver por partes la película La fuerza del cariño y yo lloro una y otra vez. Cada escena resuena más profundamente en mí ahora que soy madre.
Día 3: domingo
8 a.m.: El no dormir las horas suficientes me tiene flotando. Los objetos a mi alrededor brillan. ¿Qué es sueño y qué es realidad? Esto es incluso peor de como lo esperaba.
8:30 a.m.: Lloro durante mi primer baño desde que Harry llegó a casa, horrorizada al ver mi cuerpo flácido.
9:30 a.m.: Stephen y yo le damos a Harry su primer baño de esponja. Temerosos de dañar su frágil piel, lo dejamos casi tan sucio como estaba al principio.
11 a.m.: Es un día hermoso de finales del verano, así que llevamos a Harry a su primer paseo. Atraemos sonrisas y miradas, como si la gente nunca antes hubiera visto un recién nacido.
11:30 a.m.: En la tienda local para niños, compramos un portabebés y le cambiamos el pañal a Harry. Él hace caca explosivamente en frente de todos. No puedo evitar reírme.
2 p.m.: Mi familia nos visita. Harry duerme en mis brazos todo el tiempo y me doy cuenta de que Stephen y yo nos estamos perdiendo de una enorme oportunidad para dormir. Cuando se van, Harry se despierta hambriento. Naturalmente, yo me pongo a llorar.
6 p.m.: Stephen presenta nuestro primer ritual: para calmar el lloriqueo de Harry, besamos su cabecita y le decimos, “¡Un montón de besos porque estás delicioso!”
de 1 a 3 a.m. y de 5:30 a 8:30 a.m.: Harry se duerme y nosotros también, con la esperanza de que algún día estaremos bien descansados.
Día 4: lunes
8:30 a.m.: Harry Houdini se escapa de su envoltura y del Snuggle Nest, y aterriza al pie de su cuna. Al principio, estamos orgullosos: claramente él es avanzado para su edad. Pero después, nos asustamos: dejamos ropa de cama en la cuna, sin imaginar que ya podría ser peligrosa.
10 a.m.: Meto a Harry en el portabebés y lo llevo puesto durante horas. Él duerme apaciblemente y yo estoy encantada de tener mis manos libres.
6 p.m.: Harry está aletargado y no le interesa lactar. Temiendo que algo estuviera mal, llamamos a la pediatra. Yo, por supuesto, lloro mientras le describo sus síntomas, pero ella me tranquiliza. El que yo trajera puesto el portabebés por demasiado tiempo puso a Harry en un sueño profundo. Una hora después, él está bien.
11 p.m.: Mientras lacta, me maravillo ante su dignidad, su placidez, su pequeñez, su perfecta oreja. Qué responsabilidad tan increíble hemos adquirido.
3 a.m.: En la mesa cambiadora, Harry se orina en su propio ojo, pero parece más sorprendido que asustado. ¡Qué buenos momentos!
Día 5: martes
9 a.m.: El bris (la ceremonia de circuncisión) de Harry es hoy y mi lista de cosas por hacer mide kilómetros. Es la primera vez que hacemos malabares entre cuidar al recién nacido y los compromisos de la vida real. Sorprendentemente, logramos hacerlo todo.
12:15 p.m.: Hace exactamente una semana, Harry nació. Stephen y yo lo arrullamos con la canción de “Feliz cumpleaños”, mientras él dormita.
6 p.m.: Nuestras familias se reúnen para el bris de Harry. Ellos traen toda la comida y la bebida. ¡Con razón Stephen y yo pudimos terminar la lista de cosas por hacer, pues no tenemos que alimentar a todos!
7 p.m.: La ceremonia empieza tarde y el caos se está cocinando. Harry chupa feliz la gasa remojada en vino, y Stephen y yo nos volteamos en el momento crucial, haciendo una mueca cuando él llora.
12 a.m.: Es la hora de alimentarlo. La mohel que dirige la ceremonia nos dijo que tendríamos la noche libre, pues el vino y la emoción dejarían noqueado a Harry. Pero, aparentemente, ella no se lo dijo a Harry. Él está despierto hasta las 4 a.m.
Día 6: miércoles
9 a.m.: En la acera de enfrente están construyendo condominios. Mientras oigo el taladro, me doy cuenta de que mi cuerpo se siente como un sitio en construcción: todo está puntiagudo, mi cabeza me punza y mis pechos están pulverizados.
11 a.m.: Harry tiene hambre pero no come. Creemos que tiene gases, pues no ha eructado desde ayer. Finalmente, él emite un eructo que compite con el taladro. Posteriormente, Harry lacta como un campeón.
8 p.m.: La hora de lactar se atrasa hasta las 9:30, Harry no quiere sujetarse a mi pecho. Él sigue dormitando. Llamo a su pediatra y a la asesora de lactancia y recibo consejos contradictorios: la doctora dice que lo deje dormir y que cuando despierte trate de alimentarlo por 15 minutos; si se rehúsa, debo darle una mamila con leche materna. Pero la consultora en lactancia dice que use solo una jeringa, nada de mamilas, hasta que dominemos la lactancia. Todo indica que tendremos que confiar en nuestra intuición, aunque nunca lo hayamos hecho.
11 p.m.: Harry despierta con hambre, pero aún no quiere sujetarse a mi pecho. Lo alimentamos con una jeringa con leche materna. La leche se tira y es un procedimiento lento, pero finalmente mi niño come.
12 a.m.: Más gritos mientras se rehúsa a lactar. Stephen le da a Harry una mamila con una onza (29.5 ml) de leche extraída de mi pecho, la cual se traga tan rápido que me hace llorar. Se bebe una segunda onza, pero ligeramente más despacio. ¿Estaré matando de hambre a mi bebé?
Día 7: jueves
8:35 a.m.: Llegamos solo cinco minutos tarde a la primera consulta de Harry con su pediatra; me siento ridículamente orgullosa. La doctora lo felicita ampliamente. Él ha superado su peso al nacer (así que la lactancia realmente está funcionando), su circuncisión está sanando bien y él es el bebé más tierno que ella jamás haya visto (bueno, ella no dijo eso, pero lo pensó).
2 p.m.: De repente, llamo a Harry “panquecito” y no tengo ni idea de por qué, aunque él irradia dulzura como si fueran rayos de sol.
5:30 p.m.: Siesta familiar. Me despierto y me pregunto qué más nos espera. Ya vamos agarrando nuestro ritmo, pero ¿qué va a pasar cuando Stephen regrese al trabajo? Seremos solo yo y Harry, todo el día, todos los días… Ese será otro gran abismo, pero estoy segura de que sobreviviré.
Este artículo fue originalmente publicado en Parents.com
comentarios